Vamos al laboratorio a investigar.

Los colores de los vegetales y las algas (el verde de las hojas, el amarillo de algunas flores, el naranja de las raíces de la zanahoria) se deben a unas sustancias llamadas pigmentos.

Lo que le da su color a las hojas verdes es un pigmento llamado clorofila. La clorofila es el más común de los seis pigmentos, está presente en toda planta que haga la fotosíntesis.

En el otoño cesa la producción de clorofila y por eso aparecen los tonos amarillos o rojos.

Hemos ido al laboratorio para poder comprobar toda la teoría y para ello, los alumnos y alumnas han traído hojas de espinacas, menta y perejil. Nos dispusimos en pequeños grupos abastecidos de todo el material necesario: hojas, mortero, limón, alcohol, vasos de precipitado y tubos de ensayo. Primero lavamos y retiramos los nervios de las hojas y procedimos a machacarlas en el mortero para deshacer las células vegetales. Añadimos alcohol y comprobamos que enseguida se tintó y aparecieron distintos tonos de color verde, dependiendo de qué hoja se había utilizado. El líquido resultante, lo colamos en el vaso de precipitados y de allí lo dividimos en dos tubos de ensayo; en uno de ellos añadimos unas gotas de limón para observar qué sucedía al agregar ácido. También, en el otro extracto pusimos una tira de papel absorbente, de manera que los pigmentos ascendieron por capilaridad. Los más solubles se desplazaron a mayor velocidad. Al cabo de cierto tiempo, a lo largo del papel se fueron situando los distintos pigmentos formando bandas coloreadas.

Con la experiencia, los niños y niñas interiorizaron de forma significativa los conceptos trabajados en el aula y fueron capaces de asociar y dar respuesta a las preguntas que con anterioridad se habían formulado.

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